miércoles, 21 de marzo de 2012

Yo sí que le enseñaba a tu madre a tirar cosas...

Hay que fastidiarse... Tanta denuncia social y tanto apoyar a la buena gente porque os quejáis de cosas absurdas como las reformas laborales y la falta de liquidez monetaria (si queréis "liquidez" de la otra, ya sabéis mi teléfono, conejitas mías) y se me olvida criticar las cosas verdaderamente chungas de este país. Con lo bien que lo hacía yo al principio. Pues nada, voy a hacer una rondita y empezamos:

¡Nos invaden! ¡Este país se hunde! ¡No hacen más que colarse gente de fuera por todos lados! Entre los ojosrajaos amarillentos esos y sus tienduchas de mala calidad de todo a "tlestlenta", los panchitos borrachos por las calles con media litrona (joder, que ya podían contribuir a la economía y tomarse por los menos dos enteras, que no me aguantan nada) y las rumanas en calcetines y "atacás" de oro hasta arriba pidiendo, ¡esto se nos va de las manos!

Ea, ya está, que luego decís que si me he vendido y ya no soy el de antes; que me he comercializado desde que robé me propusieron para el Goya.

El otro día me fijé en una madre con su niño pequeño por la calle, cómo le reñía. Bueno, vale, me fijé en la madre y esos zepelines a punto de estallar, copón, pero gracias a eso luego pude darme cuenta de algo importante que es de lo que quería hablaros.

Tirar cosas al suelo es bueno. Y punto pelota.

La MQMF (que es lo mismo que la MILF pero en castellano, soplagaitas míos) le empezó a dar la brasa a su retoño con gilipuerteces típicas de que hay que tener más educación y civismo y que los papeles y restos de comida hay que echarlos a la papelera, que no se tiran al suelo. El pobre niño la miró con esa cara de circunstancia que sólo ellos saben poner; esa que tú piensas "míralo, si está para comérselo, qué bueno es" mientras él piensa "ya me están tocando otra vez las minipelotas, qué ganas tengo de tener 10 años más para irme ya de casa". Se inclinó y, sin decir ni palabra, recogió el envoltorio de caramelo que había dejado caer minutos antes y lo tiró a la papelera más cercana...

¡Pero qué carajo es esto! ¿Cómo puede una señorita hecha (y muy bien además) y derecha enseñar a su hijo a comportarse así? ¿Pero es que no se da cuenta del error que está cometiendo?

Tal y como están los tiempos, acciones como esta no se pueden permitir. Si el chaval ha tirado algo al suelo no lo ha hecho por joder, que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad... euh, aunque no venga muy a cuento. (Eso sí, me acabo de imaginar a un niño todo pedo y me parto el escroto y todo ¡muajaja! algún día lo tengo que probar con los insoportables niños de los vecinos).

Señora, lectores todos (los dos que hay), el tirar cosas al suelo es bueno. Si enseñamos a nuestros vástagos a no ensuciar está demostrado científicamente que se destruyen puestos de trabajo. Bueno, vale, no es "científicamente" pero queda cojonudo decirlo y me apetecía, copón ya.

La sociedad, como las pirámides alimenticias que nos ponían en los colegios pintadas con la comida basura ahí en lo más bajo como si fuera lo peor de lo peor, se divide en escalones y clases. En lo más alto, cómo no, están los reyes que, sin ser magos ni de oriente, sí que han conseguido vivir sin trabajar ni dar un palo al agua los jodíos (bueno, menos cuando van de regata que... no, nada, ahí tampoco que para eso tienen empleados que les tocan los remos); luego están los políticos que, teniendo 4 sueldos para llenarse la saca con tantos puestos de trabajos diferentes, sólo sirven para dar el pego como los recortables esos de cartón que había de tu actor favorito en los videoclubs; por debajo van los señores directivos banqueros que, total con la que cae, es tontería decir que se matan a currar pero, quieras que no, ahí están; tenemos a los puestos medios: los profesores con su propuesta de 52 horas semanales de la Aguirre (o más, no me acuerdo con tanto vinorro de Lidl), los ingenieros de cosas raras que nadie sabe para qué sirven, los "abogadros" y los jueces con sus cosas de juicios a gente tan campechana como Camps y demás morralla, etcétera; más abajo aún encontramos a los jodidos comerciantes con sus tiendas ahí abriendo de lunes a domingo 12 horas sin pausa para el bocadillo (para las chavales curritos, claro, que ellos ya pasarán a hacer caja a final de jornada) y los del sector de la restauración que, por contra a lo que se pudiera pensar en un primer momento, no son los que arreglan cuadros en El Prado, si no los que te sirven los cubatazos en los bares...

Bueno, pues todos esos suman, yo qué coño sé, como chofocientas mil personas así a ojo (chofo arriba, chofo abajo) que pueden tirar sus chofocientos restos de papeles en las aceras de este bendito país que tan bien funciona y cada día más. Si las madres de toda esta gente les hubiesen educado para no hacerlo, sería el suicidio laboral más impresionante de la historia porque... ¡no haría falta contratar barrenderos que los recogiesen y, entonces, en España no habría 5 millones de parados... habría como 100 millones por lo menos!

Así que, desde aquí, Panocho alias Trípode-Man os da las gracias a todas las madres del mundo que no habéis educado a vuestros hijos a recoger las basuras del suelo.

Otra cosa ya son los josputas que no recogen las mierdacas de sus perros y te las llevas de recuerdo para casa pegadas a la suela del zapatón de payaso... claro.


PANOCHO THE CLOWN

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